En los primeros cien días de su segundo mandato, Trump ignora el Congreso con una intensidad que ha sorprendido incluso a sus propios aliados. En lugar de colaborar con las dos cámaras legislativas, donde su partido tiene la mayoría, ha optado por gobernar por decreto. Ha firmado más de ciento treinta órdenes ejecutivas, muchas de las cuales han alterado de manera drástica políticas públicas consolidadas. Esta actitud ha provocado acusaciones de que Trump ignora el Congreso no solo por conveniencia política sino también para ampliar los poderes del Ejecutivo más allá de sus límites constitucionales.
La estrategia de Trump ignora el Congreso y se basa en el uso de emergencias fabricadas para justificar decisiones polémicas. Desde declarar una crisis económica sin fundamento hasta invocar leyes de tiempos de guerra en contextos de paz, el mandatario ha utilizado todos los recursos legales posibles para evitar depender del Legislativo. Aunque algunos jueces han intentado bloquear ciertas medidas, la maquinaria del Ejecutivo sigue avanzando mientras Trump ignora el Congreso como si fuera un obstáculo menor en su camino hacia el poder absoluto.
El impacto de que Trump ignora el Congreso se hace sentir en cada rincón del gobierno federal. Programas sociales, educativos y de salud han sido paralizados, suspendidos o desfinanciados, dejando a millones de estadounidenses sin acceso a servicios básicos. Fondos aprobados por ley han sido congelados sin justificación clara, lo que representa una violación directa de las normas presupuestarias. La oposición ha denunciado que Trump ignora el Congreso para debilitar programas creados con el consenso bipartidista durante décadas.
Los demócratas han sido los más vocales al señalar que Trump ignora el Congreso de forma descarada. Senadoras y representantes han elaborado registros públicos en los que documentan cada instancia en la que el Ejecutivo se ha negado a cumplir con leyes de gasto o ha redirigido fondos de manera ilegal. La administración ha respondido afirmando que lucha contra el despilfarro, pero cada vez más expertos sostienen que la verdadera intención es consolidar un poder presidencial sin controles. Trump ignora el Congreso porque sabe que allí todavía hay mecanismos de fiscalización que podrían detener sus planes.
Uno de los signos más preocupantes de que Trump ignora el Congreso fue su discurso del 4 de marzo ante ambas cámaras. Aunque se esperaba que presentara una agenda legislativa clara, prefirió dar un mensaje triunfalista sin propuestas concretas. Muchos interpretaron ese gesto como una prueba más de que Trump ignora el Congreso y no tiene interés en negociar ni en construir consensos. Su objetivo parece ser imponer su voluntad por encima de los procesos democráticos establecidos en la Constitución.
En lugar de fortalecer la colaboración entre poderes, Trump ignora el Congreso y presiona a los legisladores de su partido para que no se opongan públicamente. Aunque algunos republicanos han expresado en privado su preocupación por los recortes presupuestarios y las decisiones unilaterales del presidente, prefieren mantenerse en silencio para evitar represalias. Esta dinámica ha permitido que Trump ignora el Congreso sin encontrar una oposición real dentro de su propia coalición política.
El presupuesto para 2026 refleja cómo Trump ignora el Congreso incluso en asuntos tan fundamentales como la economía nacional. El plan contempla enormes recortes al gasto interno y billonarias exenciones fiscales que beneficiarían a los sectores más ricos. Todo esto ha sido planteado sin una discusión profunda con los legisladores, repitiendo el patrón en el que Trump ignora el Congreso y actúa como si fuera el único actor relevante en la toma de decisiones. Esto ha encendido las alarmas de constitucionalistas y defensores del equilibrio entre poderes.
A cien días de iniciado su segundo mandato, la evidencia es clara: Trump ignora el Congreso de forma sistemática, debilitando la democracia estadounidense. Su estilo de gobernar, centrado en la imposición y no en la colaboración, ha creado tensiones inéditas entre los poderes públicos. Si este rumbo continúa, el país podría enfrentar una grave crisis institucional. El pueblo estadounidense debe estar atento a las señales de que cuando un presidente ignora el Congreso, también está ignorando los principios fundamentales que sostienen su república.
Autor: Elphida Pherys